6 de junio de 2011

Cuando el río suena... agua lleva

Debió ser una semana o más de lluvias en grandes cantidades, sin embargo, el sol hace su presencia en tan imponente imagen. De nuevo el río, con sus entrañas hinchadas, parece querer engullir al Puente. Y los vecinos del arrabal, que tan acostumbrados estaban a estas crecidas del Guadalquivir, salen al encuentro del río sin preocuparse del peligro que entrañaba su temida corriente, en busca de esa estampa tan impresionante como conmovedora que era asomarse al Altozano y encharcarse hasta los tobillos o agacharse a la barandilla del Puente y casi poder tocar el agua con las manos.

La estampa debe estar fechada a comienzos del siglo XX, en todo caso no más allá de 1918, que es cuando se sustituye el tablero antiguo del Puente, con sus hermosas molduras, y se ensancha su pasarela con la nueva tarima con pasos peatonales en voladizo en los laterales. Al fondo las naves del barranco, inauguradas en 1883, la chimenea de la Sevillana de Electricidad (cuya empresa nace en 1894) y la espadaña del templo de la Magdalena siguiendo la linea del Puente por su orilla sevillana.

En Triana, las aguas del río se disponen a tomar el Altozano y ya besan las jardineras en el lugar donde más tarde se levantaría el monumento a Belmonte. No aparece el edificio del Faro ni la Capillita del Carmen, y el lugar donde se asoma la cabeza del león, a esas horas, ya se encontraría bien sumergida bajo las aguas del Guadalquivir. Trianeros en barca asoman a los pies de las escaleras que llevan al Puente, mientras lo más osados se asoman a su barandilla. Sin duda, una estampa que pese a lo imponente que resulta, tiene la buena cara que a todo le pone Sevilla y, en este caso, Triana, porque hasta para desbordarse el río es capaz este barrio de ponerle vida y ambiente popular.

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